lunes, 2 de febrero de 2015

Júpiter III: Acercándonos al planeta.

El avance de la tecnología en el siglo XX ha hecho que se pueda conocer más y mejor a nuestra propia estrella fallida. 

Aplicando, por ejemplo, la espectroscopía (Método que permite analizar la estructura química de cualquier cosa sin necesidad de tocarlo, midiendo las ondas características que emiten los diferentes átomos) pudimos constatar que está compuesto en su mayor parte por hidrógeno, helio y otros elementos como amoniaco, metano o azufre. Pero claro, esto es lo que hay en las nubes, lo que hay debajo tendría que esperar un poco más, ya que desde aquí era imposible saberlo. 

Fue entonces en los años 70 cuando pasaron por Júpiter unas sondas que nos proporcionaron muchísima información. En 1973 lo hizo la Pioneer 10 y en 1974 la Pioneer 11. Además de excelentes fotografías, nos enviaron información sobre el campo magnético, la radiación infrarroja, ultravioleta… Pero debido a la inesperada cantidad de partículas muy energéticas (radiación) que circulan alrededor del planeta (Ya veremos el porqué) hubo que rediseñar las siguientes sondas; así nacieron las Voyager, y llegaron al gigante en 1979. Enviaron gran cantidad de información sobre el planeta y unas fotos que quitan el hipo:

Nubes de Júpiter tomadas por la Voyager 1.


                                             
Gracias a imágenes como esa se pudo obtener un mapa bastante detallado de Júpiter. También se recibió información sobre la composición de las nubes (cristales de amoniaco congelado, por ejemplo), su temperatura (hasta -150ºC) o velocidad del viento (hasta 430km/h)… muchas cosas, desde luego, pero aún quedaría algo… saber que hay debajo de todas esas nubes.

Y eso no se supo hasta que se envió a Galileo, una obra de ingeniería que llegaría a Júpiter en 1995. Galileo portaba consigo una sonda que sería lanzada hacia el planeta con la idea de que atravesase su atmósfera, abriese un paracaídas y nos enviase (utilizando a Galileo como antena) esa información tan ansiada por todos hasta que las altas presiones y temperaturas acabaran con ella. Y, aunque no te imagines lo absolutamente difícil que es conseguir eso, lo hizo.  
  
Cuando la pequeña sonda kamikaze llegó a la zona de las primeras nubes, lo que se conoce como altitud “0” en Júpiter, la temperatura estaba muy por debajo de 0ºC y la presión era muy parecida a la de la superficie en la Tierra. A partir de ahí, la presión y la temperatura empiezan a aumentar a lo bestia. Como ya he dicho, las zonas blancas son nubes más altas compuestas con cristales de amoniaco y por debajo de ellas, lo que se ven son nubes de diferentes compuestos: sulfuros e hidrosulfuros de amonio (básicamente hidrógeno, azufre y nitrógeno). Siguió descendiendo hasta alcanzar aproximadamente los 0ºC, aunque entonces la presión ya es de unas 5 veces la de la Tierra. (Como estar en el mar a 40 metros de profundidad). A esa altura ya aparecen nubes de agua!!

La presión y la temperatura, conforme descendía, siguieron creciendo hasta destrozar la sonda. Las últimas mediciones que se recibieron de ella eran de cuando estaba ya a 140 km por debajo de la altitud “0”, cuando había una temperatura de más de 150ºC y una presión 25 veces la existente en la superficie terrestre. 

Más allá es difícil saber a ciencia cierta lo que hay, pero algo se sabe. Aunque las condiciones son tan extremas que resulta imposible hacerse una idea… ni siquiera los átomos se comportan de manera normal… la presión llega a ser tal que hasta éstos se comprimen. El hidrógeno de su interior se denomina hidrógeno metálico. Y más allá, el núcleo del planeta. Se cree que dicho núcleo, si realmente existe, está compuesto por metales pesados y que su masa total ronda las 20-40 veces la Tierra. 

La última misión en llegar a Júpiter ha sido la de Cassini-Huygens, en el año 2000. Su principal objetivo es Saturno, pero nos mandó una gran cantidad de imágenes de Júpiter de gran calidad. Ya veremos alguna.

De momento, la próxima misión es ver un poco los anillos y las lunas de Júpiter

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